
Más de un año después de su implantación en Barcelona Susie Q se decidió a abonarse al bicing. En menos de una semana ya tenía el carné en el buzón y 24€ menos en la cuenta. La primera tarde que la tuvo en su bolsillo cogió una bici, no pudo esperarse, igual que cuando tiene unos zapatos nuevos. Ya estaba oscuro. Se cruzó el bolso, encendió su i-pod y mientras bajaba por la Vila Olímpica iba escuchando a toda mecha a Belle & Sebastian “Hey you've been used, Write a song, I'll sing along, Are you calm?, Settle down, Soon you will know that you are sane, You're on top of the world again”
Los siguientes días llovió mucho y Susie no pudo coger bicis. Una semana más tarde, intentó coger una bici pero el servicio no funcionaba, aunque se arregló y ese mismo día, por la noche, pudo volver a casa pedaleando. Al día siguiente Susie cogió una bici por última vez. Un trayecto corto, por la tarde. Cuando llegó a casa esa noche buscó la tarjeta por todas partes y no la encontró. La anuló.
Esta tarde, un par de semanas después de haber recibido la tarjeta, Susie iba en metro al trabajo, porque claro, ya no es abonada. Y de repente, en un bolsillo de su monedero, ha encontrado la tarjeta. Le ha dado un vuelco el corazón. Nada más llegar, ha llamado al servicio de incidencias y ha preguntado si había posibilidad de activar una tarjeta anulada y mientras lo decía no podía aguantarse la risa. La voz al otro lado también se ha reído “lamento comunicarle que eso no es posible”. Nada más colgar, ha cortado la tarjeta en varios trozos con unas tijeras. Ahora mismo yace en la papelera del despacho. Aún no ha solicitado un duplicado.