Monday, October 08, 2007

De compras
El viernes por la tarde entré en una charcutería con la intención de comprar algo de jamón serrano para cenar con pantumaca. Es una (otra) de mis debilidades: me encanta. Cuando entré, el pequeño local estaba lleno. Mientras esperaba a que me atendieran se me ocurrió comprar un poco de mozarella para hacer también una ensalada rica. Menú festivo de viernes por la noche; estaba feliz de tener el fin de semana por delante y, sobre todo, por no tener que madrugar al día siguiente, ni al otro. Los dependientes también estaban ansiosos por plegar y comenzar el fin de semana. Pero aún quedaba mucha gente. Impacientes, atendían a dos mujeres, guiris, francesas (por el acento) que hubieran exasperado a cualquiera. Pidieron dos lonchas de muchos de los diferentes embutidos expuestos en el aparador. La primera vez la chica no las entendió:
- “dos…cientos gramos?”
- “No, no gramos, sólo 2”
- “¡Dos lonchas?” La dependienta les enseñó el jamón dulce sorprendida, con una loncha en cada mano.
- “Sí, dos” Afirmaron satisfechas.
Cuando acabaron le llegó el turno a uno de los habituales homeless de la calle adyacente. Llevaba un rato escogiendo un vino y yo no había reparado en las pintas que llevaba hasta que se puso a mi lado y tanto mi vista como mi olfato lo detectaron. Imagino que el dependiente lo conocía porque le preguntó si quería que se lo abriera, a lo que contestó que sí con un gruñido. Después pidió un trozo de membrillo y se lo llevó envuelto en el papel, junto con la botella abierta, cogida por el cuello. Menú festivo para él también, pensé. Después fue mi turno, comencé por pedir el queso. Me enseñó una mozarella de esas de barra y le pregunté si no tenía de las frescas. De mala gana rebuscó en una nevera pero sólo tenía ésa; le pedí un trozo. Cuando acabó me ladró el típico “¿Qué más?” Le pedí el jamón, de uno que había visto que ya estaba cortado, fino, casi sin grasa, brillante y marrón oscuro con sus vetas... Había tenido mucho tiempo para decidir. Era de los caros, pero también era mi cena de los viernes. Su forma de dirigirse a mi cambió. “¿Cuánto quiere, señora?”, “Qué más le pongo, señora?”, “Su cambio, señora”. Fue divertido, sobre todo porque mi indumentaria, que había cambiado la americana y los tacones de la mañana por unos vaqueros y un pañuelo hippie en la cabeza, distaba mucho de ese calificativo.

7 comments:

Anonymous said...

Como te cuidas, Susie... Conciertos, jamón serrano, viajes a Islandia...
J.

Nina Raval said...

Es un placer leerle, Señora.

Anonymous said...

Hijaperra. Esto de hablar de jamón con esta frivolidad no se hace.

Uno que vive en Londres.

Anonymous said...

vaya, me han venido ganas de comer jamón, y eso que no como cerdo... en fin, muy bueno,como siempre.

Anonymous said...

me quedo con ésta:
Era de los caros, pero también era mi cena de los viernes.

Anonymous said...

susie... ya nos hemos enterado! Para cuando te unes a la secta ravalera?

Anonymous said...

snifffffffff, sniffffffffff
ésto ya huele. cámbialo ya!